Las Historias de las Perras

  • Las historias de la Chispa Y la Pipa
Capítulo 1: El levantar de la mañana

La mañana comenzaba a hacer acto de presencia en la cama de la Chispa y de la Pipa. La Pipa era la más comodona, porque dormía en un cojín con una sábana y la Chispa en un cojín solo y un poco roto por los mordiscos que le había dado. Ya se habían despertado, se miraron y se dijeron:

-    ¿Has dormido bien, Chispa? – dijo la Pipa.
-    Sí, ¿y tú? – dijo la Chispa.
-    Bien, mejor que tú porque yo tengo sábana y está menos fría – dijo la Pipa.
 

Eran las ocho y diez y Daniel salió a la piscina donde dormían las perras. Al abrir la puerta, la Pipa le dijo a la Chispa:

-    Ya está aquí dándonos el follón. ¡No ves que quiero descansar más! – dijo la Pipa.
-    ¿Habéis dormido bien?, ¿habéis pasado  frío? – dijo Daniel contento.
-    Yo no, pero esta perra a lo mejor sí, porque no tiene sábana. Deberías cuidarla más hijo – dijo la Pipa.
-    Yo no he pasado tanto frío, que lo sepas – dijo la Chispa.
 

Como era natural Daniel, que es humano no podía escuchar a las perras. Ellas a él sí.

-    Me voy que me tengo que ir al colegio a estudiar, ¿vale? Os dejo, ya nos veremos a las tres – dijo Daniel.
 

Daniel salió por la puerta de por donde había venido.

-    Sí, sí vete. Ya nos darás el follón por la tarde. Es que nos acaricias mucho y los sábados como nos ves a todas horas te pasas el mismísimo día acariciándonos y eso ya cansa – dijo la Pipa.
-    A mí me gusta que me acaricien – dijo la Chispa.
-    ¡Porque tú solo llevas aquí dos años, pero yo llevo aquí la tira de años que lo sepas, guapa! – dijo la Pipa.
-    Una caricia siempre está bien de vez en cuando. Algunas veces nos acaricia mucho, pero bueno a mi me da igual, con tal de que nos den buena comida y agua, no me quejo – dijo la Chispa.
-    Sí,  a la comida no le pongo pegas, pero es que tienes que tener en cuenta que tú eres joven y yo ya voy teniendo una edad y a las viejas  no le gustan que le acaricien tanto, porque una ya no está para tantos trotes – dijo la Pipa.


Capítulo 2: El desayuno de la mañana

Daniel ya se había ido al colegio y su madre le tenía que echar la comida de bote abierta del frigorífico.

-    ¿que nos darán de comer hoy? – dijo la Chispa.
-    Hay dos cosas: o comida de bote que sobro el otro día de trozos en salsa o carne que hay congelada en una bolsa dentro del congelador, que me gusta más. ¿por qué? Porque es carne de la buena sobrante del cerdo, a mí el cerdo me gusta muchísimo. Es la mejor carne para mí. ¿a ti te gusta el cerdo tanto como a mí? - dijo la Pipa.

-    Sí, esta delicioso y sabroso. Cruza las uñas de las patas para que nos traigan cerdo – dijo la Chispa.
-    Me gustan los huesos porque tienen calcio y me los cómo a gusto, eso sí, los trituro bien para no atragantarme con uno – dijo la Pipa.

Estaban sentadas en el portal viendo que había para comer. La Geno abrió el frigorífico y cogió la comida de bote.

-    ¡No, no puede ser! La comida de bote no, por favor. Si hace falta te lloro, pero no me traigas eso, que hoy tengo hambre y eso no me satisface. Además ya comimos ayer – dijo la Pipa.

  La Pipa se lamentaba y la madre de Daniel la vio y se dijo:

-    Si ayer le di comida de bote, hoy toca congelada.

Dejo la comida en el frigo y saco del congelador la carne. Se llevo la olla para calentarla.

-    Sí, eso es lo que quería, la fabulosa carne de cerdo tan preciada por mí, y por ti también ¿no? – dijo la Pipa.

Mientras se calentaba la carne en el fuego, ellas esperaban en el portal sentadas esperando que le viniera un signo de que se calentaba la carne.

-    Huele ese olorcillo que desprende la carne, ¿lo hueles Pipa? – dijo la Chispa.
-    Sí, que bien. Eso significa que se está haciendo y que le falta poco para que acabe – dijo la Pipa.
-    Ya, pero primero se tendrá que enfriar un poco porque si no lo hacemos se nos quema la lengua y nos tenemos que fastidiar si pasa– dijo la Chispa.

La carne terminó de hacerse y Geno la sacó al mostrador para que se enfriara un poco antes de echársela a las perras.

-    Que impaciente estoy – dijo la Pipa.

Le echó la comida en sus correspondientes comederos. El de la Chispa era de perros y el de la Pipa de aluminio. Cuando se fue, la Pipa fue a mirar el cacharro de la Chispa para ver si tenía más comida que ella.

-    ¿Eh? Tienes más comida que yo, eso no vale. Yo soy la mayor así que te quito este pequeño pedazo para que estemos iguales. En comida igualdad. Soy tu amiga, pero cuando hay comida por delante, soy tu enemiga – dijo la Pipa.
-    Comprende que yo soy más joven y estoy creciendo todavía. Tú en cambio eres más vieja, y ya no creces, disminuyes – dijo la Chispa.
-    Que pasa, las viejas como yo, por el hecho de ser viejas, tenemos que alimentarnos mejor, porque si nos falta comida nos da un bajón – dijo la Pipa.
-    Vale, llévate el pedazo y déjame comer tranquila – dijo la Chispa.

Se comieron sus carnes y cuando la Chispa terminó, fue al cacharro de la Pipa, pero esta le gruño.

-    ¿Qué haces en mi territorio de comida, quieres quitarme algo? – dijo la Pipa.
-    No, solo quería saber si habías acabado – dijo la Chispa.
-    Me queda un hueso por comerme, termino enseguida – dijo la Pipa.

La Chispa se sentó en un trozo de sol que había en el patio. La Pipa terminó y acompaño en su descanso a la Chispa.

-    Mira que gusto da el sol, en este día que hace fresco el sol viene muy bien para calentarse – dijo la Chispa.
-    Qué bien me ha sentado la comida, que rica estaba – dijo la Pipa.

 Capítulo 3: La comida


Era la hora de comer, y la Pipa y la Chispa tenían ya hambre porque habían pasado cuatro horas desde su última comida. La Pipa en su cama y la Chispa en el escalón de las escaleras esperando a Daniel. El coche entró y Daniel bajó, cogió la mochila y fue a visitar a las perras.

-          Ya ha llegado del colegio – dijo la Pipa. 
-          Ahora nos acariciara y se irá a comer – dijo la Chispa

Daniel se fue a la cocina para comer un arroz con costillejas. La Chispa puso las patas sobre la parte de arriba de la puerta y en pié ladró.

-          Guau, guau. ¡tengo hambre y la Pipa también, danos de comer de una vez! – dijo la Chispa.
-          ¿Por qué ladras?, ¿tienes hambre? – dijo Daniel.
-          Pues sí ¿no oyes mi ladrido de perra hambrienta, o es que estas sordo? ¡Salta a la vista, o no! – dijo la Chispa.
-          Cuando nos terminemos el arroz os lo daremos, ¿vale? No seáis impacientes, debéis esperar un poco – dijo Daniel.
-          Venga vale ¡pero terminad pronto que mi barriga empieza a hacer ruidos! – dijo la Pipa.

Cuando terminaron de comer, Daniel le echo la comida en sus cacharros.

-          Ummm, huesos, que maravilla – dijo la Chispa.
-          Anda que sí, ¡no habéis dejado ni un pellizco de carne en los huesos! ¡Sois de lo que no hay! ¡Nosotras pasando hambre y solo nos dais huesos! – dijo la Pipa.
-          ¡A mí me ha tocado un trozo de carne! Qué suerte tengo – dijo la Chispa.
-          ¿Ah, sí? Quiero ver como es, ¿puedo verlo? – dijo la Pipa.
-          Sí, porque no – dijo la Chispa.

La Pipa le arrebató el trozo de carne de su cacharro.

-          ¿eh? ¿Por qué me lo quitas? – dijo la Chispa.
-          Te lo quito porque yo tengo más derecho que tú – dijo la Pipa.
-          Quédatelo si quieres, después  como pienso del cacharro que tiene pollo y verduras, que no están nada mal – dijo la Chispa.

Capítulo 4: La salida a la calle

Casi las siete y media de la tarde eran cuando la Chispa le dijo a la Pipa:
 
       - Es la hora de salir a pasearnos por el huerto de atrás – dijo la Chispa. 
        - Sí, porque sobre esta hora nos sacan a pasearnos – dijo la Pipa. 
          - Voy a avisar ladrando, como siempre, para que sepan que nos tienen que sacar ya  – dijo la Chispa.

Daniel escuchó a la Chispa ladrar y le dijo a su madre que si iban a pasearlas. Cuando salieron la Chispa estaba apoyada en la puerta. 

         Abridme la puerta ya o la abro yo con mi pata – dijo la Chispa.
          - Venga, abre la puerta, que la has hecho otras veces – dijo la Geno.
           - Voy a ver si puedo abrirla, pero solo porque quiero salir a correr por ahí – dijo la Chispa.
          - Ve rápido, que quiero pillar a algún gato – dijo la Pipa.

La Chispa abrió la puerta y salió corriendo, al igual que la Pipa que salió disparada, pero ella a su manera. En el huerto había dos gatos comiendo de un cacharro de plástico y las perras fueron a cogerlos, pero los gatos salieron corriendo de allí, subiéndose a una alambrada y cayendo al otro lado donde no podían pasar las perras.

          - ¡Se nos han escapado, que fastidio!- dijo la Chispa.
          - Sí, pero tenemos la comida del cacharro ¡Mira es carne! – dijo la Pipa.
          - ¡Pipa, no te comas eso! – dijo Daniel.
          - ¡Joder, siempre me fastidias la comida de los gatos! – dijo la Pipa.
          - ¡Una mierda, que rica! Siempre que me encuentro una me la como – dijo la Pipa.
          - No te comas la mierda, Pipa. Es asqueroso y después te echa una peste la boca – dijo Daniel.

La Chispa se paseaba por el huerto corriendo de un lado para otro. La Pipa se encontró un trozo de piel de conejo gris y lo cogió con la boca.

          - ¡Pipa, suelta eso! – dijo Daniel.
          - ¡No tengo ganas de soltarlo! – dijo la Pipa.
          - Pero Pipa, es solo pelo, para que lo quieres si no tiene carne – dijo la Chispa.
          - Es verdad, no me sirve – dijo la Pipa.
          - Solo te puede servir para abrigarte – dijo la Chispa.
          - Sí, pero ya tengo la manta – dijo la Pipa.

Terminaron de pasearse y cuando volvían a su casa, vieron pasar a la Alicia con sus perras Candy y Lola. La Chispa y la Pipa salieron corriendo hacía ellas ladrándoles y la Pipa abalanzándose sobre las perras. Daniel cogió a las perras y las llevo dentro de la casa.



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